miércoles, 12 de marzo de 2008

Democracia y Poder Popular en Cuba


La decisión de Fidel Castro Ruz de no repostular a la presidencia del Consejo de Estado cubano ha traído consigo una inevitable ola de reacciones, comentarios y análisis acerca de la forma de vida que los cubanos llevan, y del futuro del socialismo cubano. Como era de esperarse, la mayoría de los comentarios se ha enfocado en el gesto mismo de Fidel, dejando de lado (ya sea por ignorancia o por ideologismo) la discusión de fondo acerca de la democracia y el poder popular en Cuba.

Hacia la construcción de la democracia popular

Para todos los nacidos y criados en sociedades capitalistas y neoliberales como la chilena, la comprensión del proceso político cubano implica en primer lugar un fuerte ejercicio de desnaturalización política, a través del cual podamos desprendernos de las concepciones comunes y mecánicas de la libertad y la democracia. Esto, ya que la democracia cubana se fundamenta en un principio totalmente opuesto a la de nuestra democracia liberal. En pocas palabras, esta democracia se puede definir como una democracia popular. Nuestra democracia se basa en la representación; aquella en la participación. Nuestra democracia entiende la política como opiniones que no afectan la vida cotidiana; la cubana entiende la política como el espacio en el que el hombre se relaciona con su entorno, afectándolo en todo momento. En definitiva, nuestra democracia es formal y jerárquica; el poder cubano es sustancial y basal.

Desde 1975, la Constitución cubana (aprobada en una elección a través de un voto universal y secreto) crea un conjunto de instituciones que regulan las elecciones y los poderes en la isla. Según nos dice una conocida arquitecta cubana “antes, no había elecciones, [porque] pensábamos que no las necesitábamos”. En ese año, se crea la Asamblea Nacional del Poder Popular, verdadero esqueleto de la revolución socialista. En este espacio, se discuten las decisiones que afectan la vida de los cubanos. Todas las personas pueden ser elegidas a la asamblea, y el PCC (Partido Comunista Cubano) no puede proponer nombres ni candidatos. El proceso eleccionario está profundamente fundamentado en la participación de los cubanos. Los miembros son revocables, deben presentar informes semestrales y tienen que rendir cuentas en industrias, centros de trabajo, comités barriales y otras organizaciones sociales. Nada más distinto a nuestro deslucido parlamento y a sus invisibles y oscuras discusiones.

Poder basal y revolución local

El 20 de Enero pasado, ningún medio de comunicación reprodujo noticia alguna de Cuba. ¿Qué pasó ese día? Se concluyó el proceso eleccionario, a través de la elección de los miembros de la asamblea que estarán en los próximos cuatro años. Las elecciones son un proceso totalmente distinto al que conocemos. Se vota por la capacidad y por el mérito de los candidatos, y no por el número de pancartas o de billetes que tienen. Todos los candidatos deben presentar programas, así como antecedentes laborales y sociales. No hay mayor disturbio, la gente vota temprano y sigue disfrutando de la vida. No es un día tan especial, porque todos saben que la mayoría de los candidatos son capaces, ya que estos han pasado por elecciones barriales, comunales y provinciales antes de postularse a la Asamblea Nacional. Esto hace que la base del proceso revolucionario emerja de abajo, configurándose un poder de base, donde la gente refuerza el poder, y no donde el poder refuerza a la gente. Así, la revolución se hace y rehace a cada minuto, en cada instante y en cualquier lugar del país.

Esto permite desarrollar una democracia profunda, donde todos y todas tienen la posibilidad de decir y trabajar por lo que piensan. Tal como nos dice nuestra amiga, en Cuba “hasta el trabajador más humilde puede sentirse representado o ser elegido. Por eso, lo que tenemos es un tipo distinto de democracia… una democracia de trabajadores, y cuando quiero decir trabajadores quiero decir profesionales, artistas, obreros industriales, obreros manuelos, técnicos, campesinos, ¡¡todo tipo de trabajadores!!”.

Por esto, no sorprende que los resultados de las elecciones reflejen, a la vez, una confianza gigante en los dirigentes revolucionarios, junto con una constante renovación de los cuadros que deben trabajar por el mejoramiento de la vida de los cubanos. Por una parte, todos los miembros propuestos fueron ratificados, siendo más de la mayoría votado con un 95% de aprobación o más. Raúl y Fidel eran candidatos por la provincia de Santiago de Cuba, su ciudad natal. Obtuvieron el 99% y 98%, respectivamente. Por otro lado, la renovación es mucho mayor que acá en Chile. Más del 60% de los elegidos son candidatos por primera vez, al contrario de nuestros diputados y senadores que se repiten constantemente el plato. La proporción hombre / mujer es bastante más equilibrada que en Chile, y más del 30% de las personas son de raza negra. Otros tanto, como el conocido historiador habanero Eusebio Leal, son reconocidos católicos, y a la vez, fervientes revolucionarios. ¿Sabrá esto todos aquellos que piensan que con la renuncia de Fidel Cuba empezará la “transición a la democracia”? Si no lo saben, deberían cuidar sus comentarios. Si lo saben, deberían cuestionar su ética y su capacidad de argumentación.

El futuro de Cuba

En definitiva, la democracia popular cubana intenta desarrollar no sólo un proceso democrático, sino que intenta profundizar el socialismo a través del aumento de la libertad y de la igualdad entre sus ciudadanos. Por lo mismo, y a pesar de lo que muchos quieren, Cuba no volverá a ser lo que era antes, ya que “nadie que ande en auto quiere volver a andar en bicicleta”

Esto nos permite avizorar un futuro distinto para Cuba. Nada de “transiciones democráticas”, “cambios estructurales” ni “relevos de poder”. Como dijo Fidel, solo se inicia un nuevo proceso. Como siempre, bloqueados pero dignos, atacados por una potencia 300 veces mayor pero preparados para defenderse, los cubanos sabrán elegir el camino que les permitirá seguir mejorando su calidad de vida, profundizando el socialismo en aquella pequeña isla.


Cristóbal Villalobos.

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